El Péndulo

CREAR AL HOMBRE ANTES QUE LA OBRA

Blasfemáis diciendo que sois poetas cuando tan siquiera os habéis dado cuenta que antes que poetas sois hombres libres y racionales, que antes que lo escrito está lo imaginario, que antes de la imagen está vuestra propia ilusión mental, que no sois nada en el escrito sino mucho antes de que este llegue.

Pero os afanáis y os insistís en editar y hacer real una obra mucho antes de ser fecundada en vosotros mismos. Os obligáis en parir creaciones que no están ni en los límites de  vuestro propio yo. Al final la nada. Nada de Nada.

Si trabajamos en la creación constante de pensamientos e ideas y lo hacemos relacionando este trabajo con el estudio de lo que estamos usando: la literatura y el lenguaje, para el poeta; las técnicas pictóricas y la historia del Arte para el pintor; el solfeo o escritura musical, y su propia historia, para el músico … es posible, que siendo sinceros, fecundaremos obras en relación con nuestra propia personalidad, que vendrá crecida o menguada según nuestras experiencias y preparación profesional.

Lo que importa es la idea, el pensamiento, la creación personal que será mayor o menor según, si nuestro cerebro está más o menos preparado, más o menos cualificado, más o menos capacitado para la acción creadora. Lo demás es mentira, sería insistirse en la realidad del otro, sería insistirse en el recipiente vacío para cubrir nuestro orgullo: séase pues, que cuando yo solo sé nada en mi, estoy en el otro. Tengo que trabajar en aquellos límites y trabajar aprendiendo y aprehendiendo para mejorar. Solo así, de una forma involuntaria, sé ira fecundando una obra grande, porque grande es la creación regurgitada  de nuestra propia personalidad, creciéndose más y más, según la intención de aprendizaje y experiencia en el mundanal ruido que nos rodea.

Lo importante no es hacer una obra grande y buena, lo importante es hacer de nosotros hombres completos, formados y excelentes, lo demás (la Obra) vendrá por añadidura.

Aportamos y decimos que damos el ingenio que hay en nosotros, porque nos consideramos artistas o novicios de artistas y, por esto, sentimos el impulso de crear,  construimos mundos donde se refleja nuestra voluntad, siempre limitada por la propia personalidad del individuo. Lo que debemos saber es que el hombre no tiene limites, nace como la especie más indefensa del planeta, dependiente de sus progenitores por un tiempo demasiado largo, esto le hace mediatizarse al entorno y aprender de su en derredor en los limites que estos espacios le dejan. Cuando desarrolla su propia conciencia ya es lo que le han dejado de ser, solo su condición de ser racional le ara libre, y se desarrollará voluntariamente según su inteligencia, que ira crecida si su carácter le permite afanarse por aprehender todo cuanto le rodea, con o sin la influencia de los demás.

El ser excelente, el genio, el artista, empieza a crear, a dar todo cuanto ha aprendido y aprehendido de su entorno, ahora, todo cuanto sabe lo cambia y lo modifica, interpreta su propia realidad, construye mundos nuevos que van a aportar sabiduría e inteligencia al grupo. Esta aportación será suave, tenue, balbucera, pueril en su comienzo. Pero pasará el tiempo, los caminos de la mente del creador se irán aumentando con el fruto del aprendizaje inconformista y, desarrollará conceptos y teorías regocijadas en los pilares del conocimiento: dos seres humanos genios, uno sabe que es, el otro lo duda; el primero crea más que aprende, el segundo aprende creando y estudiando; el primero se quedará en los comienzos de sus limitaciones, el segundo morirá creando horizontes nuevos que no pararán en su propia obra, porque será la continuación del siguiente ser excelente que habite la Tierra con el mismo afán. Esto es, el primero creará una obra artística superflua simple y sencilla por lo que será olvidado tan pronto sus párpados se cierren a la vida, el segundo será eterno en el trabajo de quien le siga.

Antonio Mugarba